Por Andrew Scott Mansfield, International Legal, Policy, and Business Services.
Hacerlo sería poético.
Se dice a menudo que “Uruguay tiene la fortuna de ser una nación compuesta casi enteramente por europeos”. Esta afirmación sugiere que Uruguay ha logrado evitar los problemas de raza y etnia presentes en otras sociedades. Sin embargo, esta es una narrativa falsa que oculta una verdad más profunda, construida como un proyecto de creación mitológica durante el Centenario en 1930. Constituye la razón fundamental, explícita o implícita, por la cual políticos y juristas trabajan hoy en día para defender la negación arbitraria de la nacionalidad a ciudadanos legales.
¿Veremos en el segundo Centenario una revisión de la mitología de la nacionalidad uruguaya para corregir lo que ocurrió en el tiempo del primer Centenario?
Los ciudadanos legales uruguayos, es decir, los inmigrantes de primera generación a Uruguay, son hoy día privados de la nacionalidad uruguaya. Se les excluye de la nación y se les permite entrar solo en el ámbito del “estado”. A pesar de los grandes elogios por el rol histórico de los inmigrantes en la construcción de Uruguay, y las afirmaciones de los políticos de querer fomentar la inmigración, Uruguay desalienta hoy la inmigración mediante esta política única en el mundo de negar la nacionalidad a sus ciudadanos naturalizados. De hecho, algunos en el gobierno alegan que el concepto entero de “naturalización” es desconocido en Uruguay y lo ha sido desde los primeros días de la República.
Gerardo Caetano ha escrito en profundidad sobre la mitología que resultó de la construcción intencional de la “nacionalidad” uruguaya, culminando en su forma actual en el Centenario. Aunque el trabajo comenzó en los años 1880, podemos ver que el racismo, la xenofobia, la eugenesia y otras actitudes supremacistas europeas comunes en los años 1920 y 1930 permeaban el concepto de nacionalidad uruguaya. Creo que una revisión cuidadosa de la información a continuación muestra el origen de esta traición a los valores artiguistas, explica la falsa afirmación de que los constituyentes de 1830 creían en la “nacionalidad” tal como la definió Justino Jiménez de Aréchaga en 1946, y explica los orígenes de la negación de la nacionalidad que comenzó en 1930 por Romeo Maseo, en el Ministerio de Relaciones Exteriores, y luego se extendió por el pensamiento y la sociedad uruguaya hasta resultar en la revocación arbitraria y la negación de la nacionalidad a ciudadanos legales en 1994.
Caetano identifica el proyecto de crear una nacionalidad uruguaya como “hiperintegrador” e “imaginario”.
Durante las primeras décadas del siglo XX, la sociedad uruguaya solidificó su modelo inicial de identidad nacional, construyendo sobre la base establecida por generaciones anteriores. Figuras como Francisco Bauzá, Juan Zorrilla de San Martín y Juan Manuel Blanes, entre otros, contribuyeron a esta perspectiva nacionalista, moldeando una conciencia colectiva que integró efectivamente referencias culturales e institucionales.
¿Qué resultó? Caetano describe el ethos central que se cristalizó alrededor del tiempo del Centenario.
“Una estatización de la idea de ‘lo público’ y el establecimiento de una relación de primacía de ‘lo público’ sobre ‘lo privado’; una matriz democrático-pluralista basada en el Estado y centrada en los partidos; una reivindicación del camino reformista, que simbólicamente prevaleció sobre la antinomia conservación-revolución; la primacía del ‘mundo urbano’, con todas sus múltiples implicaciones; el cosmopolitismo eurocéntrico; el culto al ‘excepcionalismo uruguayo’ en el escenario internacional y fundamentalmente dentro de América Latina; la exaltación del legalismo, entendido como el respeto irrestricto por las reglas del juego (contenido y forma del consenso ciudadano); el tono optimista de la convivencia; el énfasis en los valores de seguridad e integración social, arraigado en una fuerte inclinación hacia la idea de ‘fusión de culturas y sentimientos’; entre otros.”
En este período, la sociedad uruguaya fue testigo de la convergencia de varios factores que promovieron una visión centrada en el ciudadano de la nación. Las políticas públicas, como las asociadas con el “primer batllismo”, apuntaron a integrar a la población en una identidad nacional cohesiva. Germán Rama describió este proceso integrador como involucrando políticas para naturalizar a los inmigrantes, mejorar la infraestructura y la comunicación, expandir la educación y aumentar la participación política a través del voto y la movilización de partidos.
El Estado jugó un papel central en promover la integración, priorizando la cohesión nacional sobre el respeto por las tradiciones diversas. Aunque exitoso en prevenir marginalizaciones significativas, este enfoque también fomentó una cultura excesivamente enfocada en la uniformidad, a veces descuidando la diversidad y la innovación. Estos valores impregnaron la sociedad uruguaya a través de narrativas, símbolos y mitos, alcanzando su punto culminante durante las celebraciones y debates del Centenario.
El Centenario se convirtió así en un momento definitorio en la solidificación de la identidad nacional uruguaya, sintetizando los ideales nacionalistas anteriores con los desarrollos culturales y políticos del siglo XX.
A medida que nos acercamos al segundo Centenario, los uruguayos tienen la oportunidad de exorcizar los fantasmas de los años 30 de Uruguay. El punto de partida es restaurar la nacionalidad uruguaya de los ciudadanos legales uruguayos. Esta evaluación del pasado debería incluir una revisión honesta de la historia y un reconocimiento de las profundidades e impactos de las ideologías racistas de los años 30 en Uruguay durante los últimos cien años. Hasta que eso ocurra, Uruguay vive en negación, culpando a los ciudadanos legales, como simplemente ingratos e identificando la negación de la nacionalidad y su impacto como algo “todo en la cabeza” de los ciudadanos legales, inventado, imaginario.
Publicado originalmente en LinkedIn.